viernes, 27 de enero de 2012

Celebrar derrotas


Hubo un tiempo en el que una derrota o una eliminación ante el Barcelona era un drama para el madridismo. Directiva, entrenador, jugadores, prensa, afición... veían aquello como lo más parecido al fin del mundo.

No importaba la manera en que se había caído. Se daba por supuesto que el Madrid planteaba batalla siempre. La cuestión era que si no se lograba el objetivo tocaba agachar la cabeza, felicitar al rival y esperar a que pasasen los días lo más rápido y con el menor ruido posible a la espera de poder resarcirse en el siguiente partido.

Los tiempos han cambiado. Ahora el nuevo Madrid de Mourinho celebra eliminaciones. Los viejos valores se han puesto tan patas arriba que, parafraseando a Alfonso Guerra, al Madrid no lo conoce ni la madre que lo parió.

Tal vez todo se explique por la dimensión que ha adquirido el Barcelona de Guardiola, que consigue que el mero hecho de que un rival tenga la osadía de jugarle con atrevimiento sea presentado como un logro mayúsculo.

Pero el Madrid no debería colocarse a la altura del resto de conjuntos que se contentan con tratar de tú a tú al Barcelona. El Madrid está obligado a tener unas exigencias distintas a las de los demás equipos del mundo. Por muy gigante que resulte el reto de este Barcelona, el Madrid no puede variar su camino y olvidar su historia de grandeza y títulos.

El estado de excepción en el que está instalado el madridismo no justifica los fuegos artificiales y el júbilo tras la eliminación. Una cosa es sentir orgullo por caer dignamente, por no haber vuelto a plantear un partido miserable, y otra la satisfacción plena, la felicidad absoluta, el relamerse de gusto...

Y es que si nos limitamos a comparar lo que hizo el Madrid en su última actuación contra el Barcelona con su comportamiento en la ida o en el partido de Liga, hay que reconocer que el avance es considerable. Pero si nos olvidamos de que el Madrid venía de muy abajo y analizamos el encuentro abstrayéndonos de situaciones previas, llegaremos a la conclusión de que fue un duelo igualado, con una primera media hora en la que dominó el Madrid, que sorprendió al Barcelona con la presión alta, la apuesta por el balón y el enorme protogonismo de Özil y Kaká; un final de la primera parte y un comienzo de la segunda en los que el Barcelona fue bastante reconocible, con dominio del cuero, largas posesiones, combinaciones al primer toque, jerarquía de Xavi y Busquets...; y un tramo final del partido con el Madrid envalentonado gracias a que el Barcelona entró en shock tras los dos goles encajados.

Fueron unos momentos finales en los que el Madrid consiguió que el Barcelona apareciera en la versión más desdibujada que se le recuerda de la era Guardiola. Pero la actuación del Madrid no convirtió a Pinto en un héroe. El Madrid le metió el miedo en el cuerpo al Barcelona, pero sin llegar a crear ocasiones de gol, sin convertir su admirable empeño en un asedio brutal sobre el área azulgrana.

La lectura general que se ha realizado de lo acontecido en el Camp Nou ha magnificado lo que hizo el Madrid y ha pasado por alto las concesiones del Barcelona: inadecuada mentalización, pues la eliminatoria se dio por amortizada en Chamartín, y olvido de los principios fundamentales sobre los que ha construido sus éxitos.

El Barcelona de las grandes citas se caracteriza por jugar con dos extremos fijos y bien abiertos y con Iniesta en el centro del campo acompañando a Xavi y Busquets. Y nada de eso vimos la noche del miércoles. La banda derecha era un enorme espacio por el que de vez en cuando aparecían Alves o Alexis. La banda izquierda era ocupada por Iniesta, que alejado del centro pierde protagonismo en el juego. Y al lado de Xavi, haciendo de Iniesta, se ubicó un acelerado Cesc, que hace más daño como falso nueve, más cerca del área, que en la elaboración.

El análisis de lo sucedido, si se obvian estas consideraciones, yerra por completo. La impresión es que cuando el Barcelona vuelva a sus orígenes, los duelos contra el Madrid se parecerán bastante a lo que ocurrió en el partido de Liga. Partido, no lo olvidemos, en el que el Madrid salió con Xabi, Lass, Ózil, Di María, Cristiano y Benzema, es decir, un equipo mejor que el de la Copa, con Benzema y Di María, los dos jugadores más importantes de lo que va de temporada, en lugar de Higuaín y Kaká.

Desgraciadamente para el Madrid, los enfrentamientos que deba afrontar en adelante contra el Barcelona serán lo que Guardiola quiera que sean.

No hay comentarios:

Publicar un comentario